En esta colección de fragmentos novelados de un diario, el autor rememora sus romances y otras relaciones con mujeres cuyos nombres adornan la mayoría de los títulos de los capítulos. Durante estos viajes en el tiempo, cada mujer es retratada como un personaje secundario que le sirve al autor para recordar sus fugaces y a veces decepcionantes encuentros. Aunque el libro parece ser una novela, no está claro a qué género pretende pertenecer. En el prefacio, el autor sólo contribuye a la confusión: “No acierto a llamarlos cuentos o anécdotas o narraciones, para mí son únicamente formas de trabajar la memoria”.
Compuesto casi en su totalidad por un monólogo interior ininterrumpido de su personaje principal -un joven católico de entorno privilegiado y con un corazón errante- este libro lamentablemente falla en algunos niveles básicos: la escritura está fragmentada debido a la utilización de párrafos muy cortos; los personajes son apariciones casi fantasmales que entran y salen flotando de los recuerdos del autor; los lugares se describen de forma furtiva; y el protagonista está tan absorto en sí mismo que se distancia del lector.
Uno se ve sometido a muchos fragmentos largos y enmarañados como este: “Al final se hace necesario hacer una recapitulación de los sentimientos de cada episodio marcado por una presencia femenina, los únicos capaces de dejar sedimentos y crónicas recurrentes en un mundo pequeño a punto de agotarse […] He de recoger sus restos dispersos, como las canicas del suelo cuando era niño y guardarlas y hacer con ellas el equipaje de partida”.
En última instancia, los recuerdos del autor son difusos y carentes de un conflicto real y significativo, aunque él crea que reside en su corazón permanentemente roto. Y aunque el autor logra captar sus relaciones de manera eficiente, la falta de ironía aboca a una escritura que de ser tan sincera resulta simplona. Por tanto, es poco probable que este libro encuentre una amplia audiencia.
También está disponible en tapa dura y e-book.
