Esta novela de suspenso ligero utiliza la memoria, la nostalgia y la culpa para ir descubriendo el papel del narrador dentro de las atroces circunstancias que han destrozado la tranquilidad de su familia durante generaciones.
Orlando regresa a su país de origen (sin nombre) después de una ausencia de 30 años precipitada por un siniestro crimen donde murieron dos de sus hermanos y un amigo cercano. Pese a haberse despertado en la escena del crimen, Orlando no logra recordar su grado de involucración –si es que tuvo alguno- en los sangrientos episodios. Regresa decidido a desentrañar los misterios que rodean la tragedia que ha sumido durante generaciones a su familia de clase alta. Pero ahora es un anciano y no puede llevar a cabo esta investigación por sí solo. A pesar de las décadas de silencio que los separan y de un alto grado de desconfianza, su hermano menor, Esteban, se compromete a ayudarlo.
Lamentablemente, se trata de una trama delgada que se dibuja penosamente en escenas detalladas en exceso y que carecen del ritmo, la perspicacia y el desarrollo adecuados. El viaje de regreso a la casa ancestral que se menciona en el título del libro está salpicado de innumerables recuerdos confusos. La introducción de varios personajes secundarios que no juegan un papel importante y cuya interacción con el protagonista es mínima, sólo sirve para estorbar la acción. Además, la voz narrativa cambia inexplicablemente entre tercera persona omnisciente y primera persona -incluso a veces el narrador se dirige directamente al lector.
La historia estaría mejor servida si comenzase en la página 32, donde el lector tiene una visión inmediata y de gran alcance sobre la carga psicológica que Orlando ha estado llevando, y donde el evento devastador está lo suficientemente prefigurado como para atraer al lector. Tal como está, se trata de una lectura deslucida que no es probable que atraiga a una amplia audiencia.
También está disponible en tapa dura y e-book.
